Dicen que es una
mujer bonita de largos cabellos, ojos electrizantes, una dentadura como de
fiera que destroza fácilmente lo mismo a un ser humano que a una vaca
o un caballo. Como la dentadura la exhibe siempre, parece que estuviera
continuamente riéndose. Prorrumpe unas carcajadas estridentes y destempladas,
haciendo estremecer la zona donde se este.
Las horas
preferidas para salir a los caminos son: de las seis de la tarde a las nueve de
la noche. A los caminantes se les aparece a la orilla del sendero o contra los
troncos de los árboles, a manera de una mujer muy atractiva y seductora,
pero que al estar unidos en estrecho abrazo, los tritura ferozmente.
Casi siempre
persigue a los jugadores empedernidos, a los infieles, alcohólicos, perversos y
adúlteros. Los campesinos dicen que los hogares que se libran de
ella, son los que tienen niños recién nacidos o mujeres que van a ser madres.
Cuentan los
cronistas que en la época de la Colonia se diseminaron por el país las mujeres
españolas, que aunque muchas eran buenas, el resto era de pésimos antecedentes.
Algunas de estilo gitano eran perversas, corruptoras que ocasionaron perjuicios
lamentables a familias modestas, engañando niñas inocentes y arruinando a
hombres que poseían cuantiosas fortunas.
Una de ellas,
"la Maga" estableció su negocio resolviendo consultas amorosas,
arreglando, o mejor, desbaratando matrimonios, echando el naipe, leyendo las
líneas de la mano, en fin, todo lo que fueran artimañas. Cuando conoció mucha
gente y tenía mucha clientela, ensanchó el negocio con una casa de diversión;
allí conquistaba cándidas palomas y limpiaba el bolsillo de altos
representantes del rey de España, no dejando de lado "los criollos"
más adinerados.
La suma de
atrocidades cometidas por la pérfida mujer fueron incontables. Ella enseñó a
las jóvenes a evitar la maternidad; cayó la ruina en centenares de hogares;
se agotaron ingentes fortunas y vino como consecuencia la depravación, las
enfermedades venéreas y esposas abandonadas.
Cuando murió la
disoluta "maga", la casa se llenó de un olor nauseabundo, hasta el
punto de tener que abandonarla de inmediato.
Una de las mujeres
preferidas por la muerta se arriesgó a quedarse aquella noche para recoger
algunos utensilio, trajes y joyas. Apenas apagó la lampara para acostarse,
una bandada de vampiros invadió la estancia y una voz cavernosa se oyó en el
dormitorio: "...tengo que vengarme de los hombres jugadores y perniciosos!
malditos!, !de las mujeres livianas y descocadas! !estarán conmigo en el
infierno!,! soy la muelona!..."
La indefensa mujer
no podía prender el candil porque el aleteo de los quirópteros apagaban la
yesca, a la vez que le azotaban la cara. Ya desesperada y horrorizada salió
gateando a la calle para contar alarmada lo que acababa de presenciar.
Las autoridades
tuvieron que prender fuego a la casa maldita para dar paz y tranquilidad a los
vecinos quienes vivían inquietos y mortificados con aquella casa de escándalos
y vicios.